Esta película, La hora más
oscura, está destinada al público adolescente, o friki. El argumento es muy
simple;
está a la altura (muy baja) de alguna de las últimas producciones norteamericanas, como Skyline (2010). Producida por un ruso, la acción transcurre en Moscú. Un par de jóvenes empresarios van a dicha ciudad para montar una empresa, con una idea sobre una red social para juerguistas, pero el empresario ruso les roba el proyecto. Para ahogar las penas, los tíos salen por la noche, beben entre lamentos, y conocen a otras dos estadounidenses.
está a la altura (muy baja) de alguna de las últimas producciones norteamericanas, como Skyline (2010). Producida por un ruso, la acción transcurre en Moscú. Un par de jóvenes empresarios van a dicha ciudad para montar una empresa, con una idea sobre una red social para juerguistas, pero el empresario ruso les roba el proyecto. Para ahogar las penas, los tíos salen por la noche, beben entre lamentos, y conocen a otras dos estadounidenses.
Ligan, se miran, pero de repente
se va toda la electricidad, y parece que hay una lluvia de estrellas. Pero, ah,
muchacho, no lo son; en realidad son invasores alienígenas con forma de bola de
energía –no sólo es original, sino que se ahorra mucho en efectos especiales-. Los
chicos huyen por la disco y se refugian en la despensa –además de vodka, las
discos rusas tienen despensa con papeo-, por lo que pueden sobrevivir una
semana.
Los chicos no se pueden estar
quietos porque están cansados de chupar guisantes congelados y de mear en un
bote industrial de Nocilla, por lo que deciden ir a la embajada de EEUU –ni que
los aliens fueran islamistas-. Los atribulados jóvenes descubren en la calle que
los invasores están haciendo un exterminio de la raza humana. Detectan a los
hombres por su impulso eléctrico. La tensión sólo puede aumentar con un dato:
la globalidad del desastre, de manera que entran en un edificio para encontrar
que el fenómeno ha sido global y que sólo quedan unos pocos supervivientes en
cada ciudad europea.
En las películas de y para
adolescentes, los actores huyen –véase las de género zómbico-, corren que se
las pela. (Nota mental: Para sobrevivir a una invasión alien o una repentina
conversión zombi del vecindario, hay que estar en forma y llevar siempre
zapatillas deportivas). Así nuestros chicos llegan a la casa de un electricista
que ha convertido su morada en una jaula Faraday, lo que mantiene alejados a
los aliens de Iberdrola. Además, el chispas ha construido una pistola de
microondas para acabar con los invasores. Bueeeeno.
Como no hay tele, los chicos oyen
un mensaje de un submarino ruso que dice que va a salir de Moscú a las 6 de la
mañana. Lógicamente hay que pillarlo. En su paso por la ciudad encuentran a
unos guerrilleros muy apañados, lo que no impide que vayan muriendo uno tras
otro. Llegan al submarino y construyen el arma microondas, entonces salen cuatro
con las pistolas en plan Cazafantasmas. Y se empiezan a cargar aliens hasta que
un ruso dice: “Hoy es el fin del exterminio, y el comienzo de la guerra”. Aquí
es cuando tiene un aire a Falling Skies.
La actriz más conocida es la
australiana Rachael Taylor, de la serie cinematográfica de Transformers, que
salvo su naricilla a lo embrujada poca cosa nos ofrece. The Darkest
Hour está dirigida por Chris Gorak y producida
por Timur Bekmambetov, que produjo la peli 9, junto a Tim Burton, y que quiso
darle una perspectiva rusa a la cinta sobre una invasión alien. Los pocos
efectos especiales están currados –tiene cierto aire a La guerra de los mundos (2005), Monstruoso (Cloverfield, 2008) y Invasión a la Tierra (Batlle: Los Ángeles, 2011)-.
El ritmo es bueno. No hay tiempo para tonterías o escenas que nos expliquen las
relaciones sentimentales o familiares entre ellos, para que empaticemos con los
personajes. La BSO no está mal, es de Tyler Bates, autor de la música de
Halloween, Dawn of the dead, 300, Watchmen o Conan, el bárbaro (el remake)-.
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