martes, 10 de abril de 2012

Los Ladrones de cuerpos


El tópico que persigue a esta obra es que se escribió contra el macarthismo. Es falso. Para empezar, las fechas no encajan. Jack Finney publicó su obra por entregas en 1954, y como libro un año después. A esas alturas McCarthy ya estaba totalmente desacreditado y abandonado tanto por los medios de comunicación como por los políticos; de hecho, el Senado de Estados Unidos lo censuró por 67 votos a 22. Es más; el mundo de la cultura ya se había rebelado abiertamente contra McCarthy un año antes. Arthur Miller estrenó su obra Las brujas de Salem en 1953 en Brodway con un enorme éxito.

Y es que la opinión pública quedó escandalizada tras la ejecución del matrimonio Rosenberg por supuesta traición en junio de ese mismo año. En conclusión; si Finney hubiera querido hacer un alegato contra el macarthismo en 1954, o contra el comunismo, lo hubiera hecho con mucha mayor claridad en la trama y en los personajes. De hecho, él siempre negó, incluso mucho tiempo después, que Los ladrones de cuerpos tuviera un tinte político.


Existe mucha confusión entre la película y el libro. Hay quien dice que la obra de Finney es antimacartista porque el guionista del filme lo firmó con pseudónimo. En este caso, de ser así, estaríamos hablando de que la censura al senador McCarthy y a la sociedad norteamericana partió del mundo del cine, no de la obra literaria a la que nos referimos. Y es que la novela de Finney y la película de Don Siegel de 1955 tienen diferencias notables. Las dos son obras maestras, pero distintas.


Jack Finney mezcla con habilidad dos géneros, como ya señaló en su día Stephen King: la ciencia ficción y el terror. Ya lo hicieron unos años antes John W. Campbell Jr. (Who goes there?, llevada al cine como La cosa de otro mundo) y H. P. Lovecraft (En las montañas de la locura o La llamada de Cthulhu). La clave de estas situaciones es la ruptura de la normalidad, de lo cotidiano. Luego aparece el desconcierto, la indecisión. Después llega la incredulidad, la negación de la realidad; es el momento en el que la razón intenta calmar las emociones. No puede existir algo que se escape de la racionalidad, de lo normal. Sin embargo, el lector sabe la verdad, produciéndose esa complicidad con el autor.
En la novela de Los ladrones de cuerpos la dinámica de las vainas alienígenas está mejor contada que en la película. Finney está interesado en darle más entidad al invasor, explicando de dónde vienen, qué son y cuál es su propósito. Se trata de esporas que vagan por el espacio buscando un planeta que colonizar. Cuando lo hacen, reproducen cualquier ser vivo. El duplicado es inestable y muere a los cinco años. Las vainas son cultivadas, y cuando llegan a su madurez se desprenden del suelo y salen al espacio exterior en busca de otros planetas. Es una especie en expansión, como cualquier otra.


Finney consigue que el lector centre su atención en el invasor, en su dinámica y recorrido espacial mucho más que el espectador de la película. 
Así, por ejemplo, en el libro aparece un profesor de Botánica y Biología, un tal Budlong, que es el primero en alertar en la prensa sobre la aparición de “inmensas vainas de semillas”, y que explica la teoría del origen exógeno de la vida en la Tierra según Lord Kelvin. Esta es una clave importante para justificar la llegada de esas semillas, y entender su final, que difiere del que Don Siegel dio a la película.Finney consigue también que la parte humana de la historia tenga más contenido; es decir, Milles, el protagonista, alude a la pérdida de aquello que nos hace humanos, como la ambición, la esperanza, la lucha, el amor o la amistad. En la película de Don Siegel esto se traduce en el choque que produce la frialdad de los duplicados frente la exaltación de los humanos. El medio es distinto (novela y película) pero el éxito es el mismo.


No está de más leer el libro a pesar de que la cinta del recientemente desaparecido Kevin MacCarthy la hayamos visto muchas veces. Se descubren cosas nuevas, y se tiene una perspectiva complementaria. Se lee con agrado y soltura. Lo recomiendo.



Esta entrada se publicó en Imperio Futura el 12 de diciembre de 2010.

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